El sermón de Iom Kipur de una mujer durante el Holocausto

En las profundidades del infierno, Livia Koralek alentó a sus compañeras del campo de concentración.


Livia Koralek era una líder innata. Livia nació en Hungría en 1921 y creció rodeada de modelos de fuertes mujeres judías. Muchas de las organizaciones de caridad de Gyor, su pueblo, eran dirigidas por mujeres y Livia recibió el mensaje de que las mujeres eran tan capaces de ser líderes como los hombres.

Para el momento en que se formó como maestra en 1940, Livia ya estaba dispuesta a quebrar todas las barreras invisibles. La contrataron en una escuela judía en el pueblo vecino de Csorna, que nunca antes había contratado mujeres. La razón de este quiebre con la tradición fue algo trágico: las autoridades fascistas de Hungría habían deportado a tantos hombres judíos a los campos de trabajo que tenían que contratar a mujeres para ocupar puestos tradicionalmente considerados masculinos.

En prisión nazi

Después de que Alemania invadiera Hungría en marzo de 1944, la situación de los judíos empeoró. La escuela de Livia cerró y ella volvió a vivir con sus padres en Gyor. Unas pocas semanas más tarde, todos los judíos de Gyor y los alrededores (miles de personas) fueron encerrados en un hacinado gueto judío.

En un video de Yad Vashem, la sobreviviente del Holocausto Zsuszanna Dallos recuerda la liquidación del gueto: "Nos arrearon… por el centro de la ciudad, el centro de Gyor, con nuestras estrellas amarillas y nuestros bultos… Recuerdo que la multitud se agolpaba en las aceras. Era una multitud hostil y nos vitoreaban. Nos metieron en barracones junto a la vía del tren… (Allí) le afeitaron la cabeza a Rav Emil Roth. Le afeitaron formas de (una) luna, estrellas… Recuerdo eso".

Desafiar a los nazis en Shabat

En la noche del viernes del 9 de junio de 1944, los dos rabinos de la comunidad, Rav Emil Roth y Rav Ben Zion Snyders, organizaron un servicio secreto de Shabat en la prisión donde estaban recluidos los judíos de Gyor, bajo las narices de sus carceleros nazis. Miles de prisioneros judíos participaron, rezando por sus hermanos judíos. Personas de todas las edades, de diferentes orientaciones religiosas y diversos orígenes rezaron juntas como si fueran una sola persona. El servicio eventualmente fue descubierto e interrumpido, pero Livia y los demás judíos lo recordaron durante toda su vida.

El sermón de Livia

Desde Gyor, los judíos fueron enviados a Auschwitz. Ninguno sobrevivió. Prácticamente todos los judíos del pueblo fueron asesinados en las cámaras de gas apenas bajaron del tren. Pero Livia se salvó. A ella la enviaron a un campo de concentración checo llamado Parschnitz, donde se unió a un grupo de 2.500 mujeres judías que trabajaban en fábricas locales. Sus compañeras reconocieron sus dotes naturales de liderazgo. Cuando se acercaba Iom Kipur, las prisioneras le pidieron a Livia que pronunciara un sermón.

Livia se negó. "No quería ser una líder", recordó más tarde. "Nadie lo necesitaba. Sólo quería alentarlas". Finalmente Livia aceptó. Ella alentó a las mujeres a que la acompañaran y ahorraran sus escasas raciones de pan para poder ayunar. Entonces comenzó a hablar, animando a sus compañeras de prisión a no verse a sí mismas como víctimas pasivas, sino como personas capaces de sentir remordimientos y pedir perdón.

En nombre de todos los aquí presentes, imploro el perdón de Dios, porque somos culpables… Hemos causado dolor a nuestros padres, familiares, hermanos y amigos. Les hemos causado daño porque somos de carne y hueso, porque nos guio el instinto al mal y nos desvió del camino de la justicia y la rectitud… Que este Iom Kipur sea un día de perdón y expiación, y que Dios nos perdone por todas nuestras iniquidades…

Incluso en medio de la desesperación, Livia instó a sus compañeras a creer que era posible elegir ser una mejor persona. Ella recordó las palabras de uno de los Rabinos de Gyor:



El sermón de Livia, Yad Vashem

Prometemos ser honrados y buenos. En verdad, no es fácil cuando todos estamos tristes, hambrientos y helados, pero aquí, en este campo, debemos intentarlo y ser tolerantes… Recuerdo que nuestro valiente y sagrado Rabino de Gyor nos reunió en el gueto la noche del viernes antes de ser deportado a Auschwitz, y en las plegarias de la víspera del Shabat nos habló del amor, del hecho de que a pesar de lo mucho que concedemos a otros, el amor todavía queda en el corazón del que lo da.

Recuerdo su último sermón, dado la noche del viernes en las barracas del campo a aquellos que esperaban ser deportados. Entre otras cosas, dijo: "Dios no santifica al hombre, sino que el hombre santifica a Dios. Para el hombre es fácil mantener su humanidad en una bella vivienda, pero demostremos nuestra humanidad también aquí en estas barracas hacinadas. También aquí, donde nos dan la décima, la vigésima o la vigésima quinta parte de un cuarto minúsculo, debemos tratar de preservar nuestra dignidad humana".

Las palabras de Livia inspiraron a sus compañeras. Meses después, en Pésaj, volvieron a intentar realizar un servicio. Los guardias nazis disolvieron la reunión, pero las prisioneras, una vez más alentadas por Livia, intentaron celebrar la festividad judía. Aunque se estaba muriendo de hambre, Livia se abstuvo de comer pan durante los ocho días de Pésaj. Algunas de sus compañeras también lo hicieron.

Sobrevivir al Holocausto

Livia sobrevivió al Holocausto. Ella fue una de las pocas judías de Gyor que quedó viva. Los dos rabinos de Gyor, Rav Emil Roth y Ben Zion Snyders fueron asesinados, al igual que toda la familia de Livia.



Algunos fragmentos desintegrados del sermón que Livia Koralek dio en Iom Kipur en el campo de concentración Parschnitz (Yad Vashem)

En el momento que fue liberada, Livia estaba gravemente enferma. Luego regresó a Budapest y trabajó en una escuela judía donde la mayoría de los estudiantes eran huérfanos de padres que habían sido asesinados en el Holocausto. Livia se casó con el director de la escuela, Aladar-Iehudá Spiegel, y luego se fueron a vivir en Israel. Livia cambió su nombre a Jana, y siguió enseñando y escribiendo sobre las experiencias de los niños judíos que quedaron huérfanos durante el Holocausto.

Livia conmovió a muchas personas. Ella y Aladar tuvieron dos hijos y muchos nietos y bisnietos. Pero quizás nadie se vio tan influenciado por sus palabras como los miles de mujeres hambrientas y desmoralizadas que trabajaban como esclavas junto a Livia en el campo de Parschnitz. Allí, su aliento para que ayunaran y rezaran incluso en medio de la desesperación más profunda, ayudó a otras mujeres a sentir que también ellas podían conectarse con la Divinidad.

Fuente:aishlatino.com

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